Una aproximación ecológica a las malezas

eOrganic author:

Mark Schonbeck, Virginia Association for Biological Farming

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Introducción

Las malezas son la categoría de plagas en la agricultura que mayores costos genera. Globalmente, las malezas causan más pérdidas en el rendimiento de los cultivos y más costos de producción que las plagas de insectos, los patógenos, los nematodos que se alimentan de raíces o los animales de sangre caliente (roedores, aves, ciervos y otros grandes herbívoros). Como las normas y los principios de la agricultura orgánica prohíben el uso de la mayoría de los herbicidas, muchos productores de cultivos orgánicos consideran que las malezas son el mayor obstáculo para una producción orgánica exitosa y que el control orgánico y eficaz de las malezas es una prioridad para la investigación. En particular, las malezas son una constante en la vida de los cultivos hortícolas. Con un poco de diligencia y una eliminación temprana, el jardinero doméstico puede convertir la mayoría de las malezas en materia orgánica. Sin embargo, los costos del control de malezas pueden llegar a ser muy elevados para una huerta de un acre y, para un campo de vegetales de entre 10 y 100 acres con malezas, puede significar la pérdida total de la cosecha en términos de dinero. Tener una comprensión ecológica de las malezas es la base de un programa orgánico eficaz para su control que pueda marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Si no fuese por las malezas, la capa vegetal que tiene la superficie del planeta hoy en día se habría perdido, y la raza humana ya habría sufrido una hambruna masiva. ¿Por qué? Porque las plantas a las que llamamos “malezas” tienen un papel fundamental en la vida de los ecosistemas: se adaptan rápido al suelo, lo protegen y ayudan a que se recupere de la exposición a daños causados por la naturaleza y los seres humanos. Obsérvese cualquier área intervenida de la región de los Montes Apalaches del este de los Estados Unidos y verá la valiosa capa vegetal de la superficie que se barre con cada lluvia torrencial, hasta que las zarzas (Rubus spp.), las trepadoras (Smilax spp.), la Phytolacca americana, la hiedra venenosa (Toxicodendron radicans) y otras malezas tupidas cubren el suelo con sus enredaderas impenetrables. En otras regiones, hay comunidades típicas de plantas preexistentes (colonizadoras) que inician el proceso de restauración después de una tala de árboles, un desastre natural u otra alteración que haya despojado al suelo de su vegetación. Estas plantas preexistentes inician el proceso de sucesión ecológica que, si no se interrumpe, con el tiempo, logra restaurar la vegetación nativa de la región: bosque, sabana, pradera, chaparral, etc.

En agricultura y horticultura, los seres humanos reemplazan la vegetación nativa con un grupo de especies de plantas domesticadas que eligen por su valor como alimento, forraje, fibra y energía. La mayoría de los sistemas agrícolas reducen la diversidad de la comunidad de plantas e imponen formas de alteración repetidas, diseñadas para mantener las condiciones favorables para el crecimiento de las especies de cultivo elegidas. Estas alteraciones provocan una “respuesta de malezas” de la naturaleza, en particular, en los sistemas de cultivos anuales, como los vegetales, en los que el suelo se labra o se prepara de otra forma con frecuencia para la siembra. Un control de malezas orgánico y eficaz, en el que se controla la respuesta natural de las malezas del suelo al cultivo, comienza con una mirada ecológica de las malezas y sus roles en el ecosistema de una granja o una huerta (Altieri, 1995; Sullivan, 2003).

¿Qué es una maleza? Definición práctica

La palabra “maleza” se define como una planta que no está en el lugar adecuado, una planta indeseable o una planta que es una plaga porque interfiere en la producción agrícola o ganadera. El término se suele utilizar para cualquier especie de planta que suele volverse una plaga, como el cenizo común (Chenopodium album), el amaranto (Amaranthus spp.) y la digitaria de pradera (Digitaria spp.). Sin embargo, los manuales sobre malezas y las publicaciones que promocionan herbicidas también incluyen en la lista de malezas a otras especies, como el trébol (Trifolium spp.), la festuca de pradera (Festuca arundinacea), el vezo piloso (Vicia villosa) y el tupinambo (Helianthus tuberosus), que muchos agricultores consideran valiosas como cultivos forrajeros, abono verde o productos de alimentación básica si se cultivan en el contexto apropiado. De hecho, los “cultivos voluntarios”, como el trigo sarraceno (Fagopyrum esculentum), el centeno (Secale cereale), el maíz (Zea mays) o incluso la soja para pastoreo (Glycine max), pueden volverse malezas cuando se produce la autosiembra y brotan en otra parte del sistema de rotación de cultivos donde ya no son deseables.

Con estos ejemplos, se puede ver que el término “maleza” se utiliza, en parte, según el juicio de valor que hacen los seres humanos sobre ciertas plantas o especies de plantas que interfieren en el uso deseado de un determinado suelo o parcela de tierra en un período específico. Incluso la alfalfa (Medicago sativa), que es uno de los cultivos para forraje o heno más valorados, puede ser una maleza en una huerta.

En gran medida, las malezas también son una creación del ser humano. Las actividades de los seres humanos pueden hacer que ciertas especies de plantas se vuelvan malezas de dos maneras:

  • Creando un nicho ecológico abierto para que crezcan plantas indeseables.
  • Importando especies de plantas nuevas a una región o continente determinado.

Según Preston Sullivan (2003):

Las malezas son la prueba de la lucha de la naturaleza por la sucesión ecológica. Cuando eliminamos la vegetación autóctona y plantamos cultivos anuales, estamos frenando la sucesión natural de las plantas, lo que supone un enorme gasto en control de malezas… La agricultura moderna se caracteriza por plantar un solo tipo de planta en grandes extensiones de suelo y dejar un gran porcentaje de suelo desnudo, que es el entorno ideal para que crezcan las malezas anuales en la primera fase de la sucesión. La única manera de manejar estos agroecosistemas inestables sin la sucesión es hacer grandes inversiones en sistemas de cultivo, desmalezamiento, herbicidas y fertilizantes.

~ Sullivan, 2003

Cuando la fertilidad del suelo se mantiene alta mediante la aplicación periódica de fertilizantes, esas especies preexistentes acostumbradas a los niveles altos de nutrientes disponibles se convierten en nuestras principales “malezas”. Liebman et al. (2001) define las malezas agrícolas como “plantas que son muy eficaces a la hora de colonizar sitios alterados, pero potencialmente productivos, y de mantener la abundancia en condiciones de alteración reiterada”.

Además, las especies de plantas exóticas pueden causar problemas de maleza graves e imprevistos cuando estas plantas crecen sin control en nuevos hábitats sin controles ni equilibrios naturales.

En la práctica, toda la vegetación que crece en una huerta o campo, pero que el agricultor no plantó, suele denominarse colectivamente “malezas”, ya sea que causen o no un problema. Sin embargo, intentar erradicar toda la vegetación voluntaria perjudica los presupuestos agrícolas, el respaldo económico de los propietarios de huertas, los suelos, los agroecosistemas, los suministros de combustible y el medio ambiente en general. El control de una especie de maleza para proteger los cultivos deseados no suele requerir la exterminación total de esa maleza. A partir de estas reflexiones, se podría definir una maleza como toda planta que no se reproduce, ni el agricultor siembra, de manera intencional y que requiere control para evitar que interfiera en la producción agrícola o ganadera. En esta definición, una maleza es una planta no cultivada que puede volverse una plaga si no se controla correctamente. No obstante, su presencia no siempre es perjudicial, por lo que no se justifica su eliminación inmediata. Las malezas pueden cumplir funciones vitales para el ecosistema, como proteger y restaurar los suelos expuestos o degradados. Además, algunas malezas son un hábitat para organismos beneficiosos y, por lo tanto, contribuyen mucho al control natural y biológico de algunas plagas de insectos. Algunas malezas también son alimento o forraje nutritivo. Por ejemplo, un brote de cenizo común que crece en una capa de barbecho al final de la primavera puede absorber nutrientes que, de otro modo, se filtrarían, proteger la superficie del suelo de la formación de costras y la erosión, y aportar hierbas muy nutritivas para el consumo humano o del ganado. La floración de la zanahoria silvestre (Daucus carota) en los alrededores de los campos aporta néctar y polen para las fases adultas de importantes enemigos naturales de plagas vegetales. Asimismo, el cenizo y la zanahoria silvestre pueden interferir considerablemente en la producción de vegetales si brotan con fuerza junto al cultivo, y su siembra en el campo intensificará la competencia de las malezas contra los futuros cultivos. Por lo tanto, el control de especies de malezas, como el cenizo y la zanahoria silvestre, podría suponer dejarlas crecer
y utilizarlas en el momento y el lugar en los que su presencia sea más beneficiosa, eliminarlas rápidamente cuando sean una amenaza para el cultivo y cortarlas o arrancarlas antes de que puedan echar semillas en los campos de cultivo.

El objetivo del control orgánico y sostenible de las malezas es minimizar los impactos negativos que dichas malezas pueden tener en los cultivos y, en ocasiones, aprovechar las ventajas de la vegetación voluntaria cuando los beneficios superan los costos de no eliminarlas.

“¿Qué hacen las malezas en mi campo?”

Las malezas son la forma que tiene la naturaleza de cubrir el suelo que ha quedado expuesto por incendio, inundación, derrumbe, tala de árboles, escardillado o cualquier otra alteración. El suelo desnudo pasa hambre y corre riesgo. La vida del suelo, que es tan importante para la fertilidad, pasa hambre porque la afluencia normal de compuestos orgánicos nutritivos procedentes de las raíces de las plantas vivas se ha interrumpido. La superficie del suelo expuesta corre riesgo de erosión por la lluvia o el viento, en particular, si también se eliminaron o alteraron los sistemas de raíces. Las plantas preexistentes, que llamamos “malezas”, son aquellas especies que pueden cubrir rápidamente el suelo desnudo y ejercer una o varias de las siguientes funciones ecológicas y vitales:

  • Proteger el suelo de la erosión.
  • Reponer la materia orgánica, alimentar el suelo y restaurar la vida de este.
  • Absorber, conservar y reciclar los nutrientes solubles que, de otro modo, se filtrarían.
  • Absorber el dióxido de carbono de la atmósfera (consúltese “Más información”).
  • Restaurar la biodiversidad.
  • Dar un hábitat a insectos y animales.

Es importante entender que esta proliferación de malezas es, en efecto, una respuesta reparadora de la tierra después de haber sido alterada por un desastre natural o alguna actividad del ser humano, que dejan el suelo vulnerable a la erosión o a la degradación.

Al mismo tiempo, las malezas agrícolas pueden perjudicar el rendimiento de los cultivos o aumentar los costos de producción porque:

  • Compiten directamente por la luz, los nutrientes, la humedad y el espacio (Imagen 1).
  • Liberan sustancias naturales que inhiben el crecimiento de los cultivos (alelopatía).
  • Dañan la estructura física del cultivo en la etapa de desarrollo y crecimiento; en particular, las enredaderas trepadoras, como la Ipomoea spp. y la Calystegia sepium (Imagen 2).
  • Hospedan plagas o patógenos que puedan atacar a los cultivos.
  • Promueven enfermedades restringiendo la circulación de aire alrededor del cultivo (Imágenes 3 y 4).
  • Contaminan la cosecha o interfieren en ella (Imagen 3).
  • Se reproducen de forma prolífica, lo que da lugar a un mayor problema de malezas en el futuro.
  • Parasitan directamente los cultivos (por ejemplo, la cuscuta, Cuscuta spp., y la hierba bruja, Striga asiatica).

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Imagen 1. Esta densa masa de malezas acaparó o “robó” una cantidad considerable de humedad y nutrientes del suelo al cultivo de la cebolla, lo que provocó una pérdida considerable en el rendimiento del cultivo. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

Hedge bindweed (Calystegia sepium) in sweet corn (Zea mays)
Imagen 2. Esta correhuela mayor (Calystegia sepium) que brota junto al maíz dulce no solo compite por la luz, los nutrientes y la humedad, sino que también daña la estructura física y el desarrollo del cultivo al amarrarle las hojas. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

Giant foxtail (Setaria faberi) in snap beans (Phaseolus vulgaris)
Imagen 3. Esta cola de zorro gigante (Setaria faberi) todavía no afectó gravemente a la planta de vainita (ahora en floración y fase de asentamiento de las vainas), pero puede interferir en la cosecha manual o mecánica. Además, puede fomentar las enfermedades por hongos limitando el flujo de aire entre el cultivo de judías. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

totatoes with leaves lost to fungal foliar disease
Imagen 4. Esta planta de tomate perdió las hojas inferiores por enfermedades por hongos. Es probable que las malezas que crecen junto a la hilera de cultivo hayan prolongado la humedad de las hojas por el rocío de la mañana, por lo que se creó un ambiente más favorable para el crecimiento de hongos en las hojas del tomate. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

El cultivo de la tierra para la producción de cultivos anuales hace que la superficie del suelo quede expuesta en algunos períodos de la temporada y, de esa manera, se crean nichos ecológicos vacíos. Los nichos abiertos (suelo desnudo, sin ocupar, donde no se aprovecha la humedad ni los nutrientes) pueden formarse en un determinado momento (entre la cosecha de un cultivo y la siembra de otro) (Imagen 5) y espacio (entre las hileras o maceteros hasta que el cultivo tenga una densidad cerrada) (Imagen 6), o entre plantas de cultivo de crecimiento escaso, como la familia de la cebolla (Allium spp.). Las malezas brotan, crecen y se reproducen en estos nichos abiertos hasta que las frena algún proceso de cultivo, la extracción, el corte, el uso de herbicidas o la competencia directa de otro cultivo.

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Imagen 5. Este campo recién labrado es susceptible a la colonización de malezas. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

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Imagen 6. Entre estas hileras de cultivo tan espaciadas, queda un nicho (espacio) considerable para que broten malezas. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

Más información:
Control de malezas y el ciclo global del carbono

En un momento en el que está aumentando la conciencia sobre el papel del cambio climático mundial causado por el ser humano, relacionado con grandes concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, los agricultores y los agrónomos están comenzando a hablar del secuestro de carbono o su aislamiento como un beneficio extra de la agricultura orgánica y sostenible. La quema de combustibles fósiles es la principal fuente de exceso de dióxido de carbono en el aire. Otras fuentes menos conocidas son la deforestación y las pérdidas netas de materia orgánica del suelo, que aumentan la cantidad de dióxido de carbono anual.

Toda la vegetación viva, incluyendo las malezas, absorbe dióxido de carbono del aire y lo convierte en tejido vegetal. Cuando la planta muere o pierde sus hojas, una parte de ese carbono fijo vuelve a la atmósfera en forma de dióxido de carbono durante la descomposición y otra parte queda en el suelo como materia orgánica estable que libera lentamente dióxido de carbono extra. Los sistemas agrícolas que provocan una disminución neta de materia orgánica en el suelo también provocan una liberación neta de dióxido de carbono, mientras que los sistemas que provocan un aumento neto de materia orgánica en el suelo secuestran el carbono en el suelo.

¿Qué tiene que ver esto con el control de malezas? Primero, un campo de suelo desnudo casi siempre sufre una pérdida neta de materia orgánica y libera dióxido de carbono, mientras que un campo cubierto de cultivos o malezas absorbe dióxido de carbono. Cada operación de labranza estimula cierto grado de oxidación de materia orgánica y liberación de dióxido de carbono. Mientras menos parcelas de suelo desnudo haya en el proceso de rotación de cultivos y menos operaciones de labranza se hagan para controlar las malezas, menos dióxido de carbono se liberará al aire en ese campo. Las medidas de prevención de malezas que aumentan el crecimiento de cultivos de cobertura y producen materia orgánica en el suelo son beneficiosas para el equilibrio global del carbono. Según los estudios de investigación, con mejores prácticas de manejo del suelo y control de malezas, las granjas orgánicas y sostenibles pueden hacer una contribución neta a la lucha contra la crisis climática.

Los cultivos para cubrir el suelo son particularmente eficaces en el secuestro de carbono. Los cultivos anuales de verano que son de rápido crecimiento, como el mijo perla, el pasto de Sudán, la soja para pastoreo y el cáñamo sunn, pueden generar entre dos y cuatro toneladas de biomasa por acre en un ciclo de crecimiento de dos a tres meses (Schonbeck, 2006; Clark, 2007). Como la biomasa de las plantas se compone de entre un 40% y un 45% de carbono (sobre una base de peso en seco), la presencia de cultivos de cobertura en una parcela de un acre puede hacer que se absorban entre 25 y 35 libras (unos 11-16 kilogramos) de carbono (o entre 90 y 130 libras de dióxido de carbono, o sea, unos 41-59 kg) de la atmósfera al día. Esto iguala o supera la absorción de carbono de los grupos más agresivos de malezas y, sin duda, el cultivo de cobertura es mucho más fácil de controlar. Además, los cultivos de cobertura “compensan” el dióxido de carbono que se libera por la preparación del lecho de siembra, la plantación y el control mecanizados en unos días. La combinación de cultivos de gramíneas y leguminosas hasta su maduración (de floración a espiga) potencia la formación de humus cuando el cultivo de cobertura se devuelve al suelo y, por lo tanto, da un mayor potencial de secuestro neto.

Mientras más diferencias haya entre el sistema de cultivo y la vegetación autóctona de una región, y mientras menos diversa sea la comunidad de cultivos y menos cobertura tenga la superficie del suelo a lo largo del año, mayores serán las probabilidades de que haya nichos abiertos para malezas y los esfuerzos que deberán hacerse para implementar un control de malezas eficaz (Sullivan, 2003). Por lo tanto, en el este de los EE. UU., donde hay comunidades de vegetación natural formadas por una mezcla de bosque frondoso, incluso en el campo con mayor control habrá más malezas que en un campo maduro con vegetación de sotobosque. En la región del Medio Oeste, un prado perenne de gramíneas y leguminosas o un campo de heno con varias especies de forraje combinadas probablemente tendrá menos malezas que una rotación de cultivos de maíz y soja.

La permacultura es un sistema de producción alternativo que tiene el objetivo de imitar las comunidades de vegetación naturales y los procesos ecológicos y procura que todos los nichos disponibles estén cubiertos por vegetación útil durante todo el año, lo que deja el mínimo de espacio para las malezas (Mollison, 1988). La permacultura enfatiza el uso de cultivos perennes destinados a la producción de alimentos —como los arbustos y árboles frutales—, y de frutos secos, con vegetales anuales que se intercalan con los perennes o se cultivan en parcelas relativamente reducidas. La agroforestación es la práctica que integra el cultivo de árboles (frutas, frutos secos, madera y hábitat para especies silvestres) en los campos de heno o prados y estimula los ecosistemas de sabana de los climas subhúmedos. Los sistemas tradicionales de huertas domésticas en México y otros países en vías de desarrollo pueden tener hasta 75 especies de vegetales útiles (incluyendo algunas de las que los agricultores americanos consideran “malezas”) que crecen en comunidades de vegetales de varios niveles de árboles, arbustos, gramíneas, vegetales y hierbas que dan lugar a una amplia diversidad de alimentos, forraje
y hierbas de uso medicinal, y dejan poco espacio para que crezcan malezas dañinas.

El enfoque de permacultura puede ser poco práctico para las granjas cuyos principales cultivos comerciales son vegetales anuales que requieren un lecho de siembra preparado para plantarlos. Sin embargo, el agricultor puede cerrar algunos nichos de malezas con medidas preventivas basadas en una mirada ecológica de las interacciones entre las malezas y los cultivos. La rotación de cultivos diversa tiende a producir menos malezas que un cultivo continuo de maíz u otro monocultivo. Los cultivos de cobertura, el mantillo, la plantación de cultivos de alta densidad,
el laboreo reducido o en franjas, así como los cultivos intercalados y los cultivos de relevo reducen el “margen de posibilidades” para las malezas que causan problemas (Yandoc et al., 2004).

Dos conceptos de la permacultura que son relevantes para los sistemas de cultivos anuales son los componentes multifuncionales (es decir, componentes que cumplen muchas funciones a la vez) y el uso de estrategias múltiples para lograr un objetivo específico. Los cultivos de cobertura que protegen y restauran el suelo, albergan insectos beneficiosos y eliminan las malezas, son un ejemplo de un componente multifuncional. El control de una maleza problemática con cultivos de cobertura y pastoreo de ganado y con una operación de cultivo oportuna son ejemplos de estrategias múltiples.

Malezas importadas y especies exóticas e invasivas

Muchas de las malezas más problemáticas de una región no son nativas de la región, ni siquiera del continente. Estas especies de plantas exóticas suelen crecer con más vigorosidad en su nuevo hábitat que en su zona de origen, donde ciertos organismos del suelo, insectos herbívoros, patrones climáticos o vegetación que compite con ellas las mantienen bajo control. El kudzu (Pueraria thunbergiana), importado de Japón como cultivo de forraje, es un ejemplo claro,
ya que sus enormes vides han podido cubrir y destruir los grandes árboles del sudeste de los EE. UU. Sin embargo, una hierba perenne pequeña (4-18 pulgadas, unos 10-46 centímetros) llamada “juncia real” o coquillo rojo (Cyperus rotundus), que ha invadido el sur de los Estados Unidos, causa pérdidas mucho más grandes de cultivos (incluyendo la caña de azúcar y los árboles de café) y se considera la peor maleza del mundo (Holm et al., 1991).

Algunas de las peores malezas agrícolas de los Estados Unidos se trajeron intencionalmente de países extranjeros para usarlas como alimento o forraje. Los colonizadores europeos trajeron el cenizo común, berza o bledo (Chenopodium album) al nuevo mundo como fuente vital de vegetales de principio de temporada que evitaban el escorbuto y otras carencias nutricionales. El cenizo común se ha esparcido por todo el planeta y hoy en día ocupa el décimo lugar en la lista de las peores malezas agrícolas. Los ganaderos importaron la grama común (Cynodon dactylon, la segunda peor), el sorgo de alepo (Sorghum halapense, la sexta peor) y la grama (Elytrigia repens, una de las malezas más comunes que atacan a los cultivos de vegetales en el norte de los Estados Unidos) a este país para usarlos como forraje. Otras malezas exóticas graves se plantaron como flores o decoración de jardines cultivados y después se extendieron hacia tierras de cultivo circundantes o a ecosistemas naturales. Otras llegaron por accidente como contaminantes de semillas importadas, granos para pienso, alimentos, plantas para almácigos
u otro material.

Muchas malezas exóticas se han “naturalizado” con el paso del tiempo y ahora son parte de la flora de malezas agrícolas de una región, a la que hay que controlar (no necesariamente erradicar) para proteger el rendimiento de los cultivos. No obstante, algunas plantas recién introducidas que crecen sin los enemigos naturales con los que evolucionaron pueden extenderse sin control, ahogar la vegetación autóctona e invadir los prados o los campos de cultivo. Las malezas importadas que amenazan los ecosistemas naturales o los pastizales en zonas geográficas amplias se denominan especies vegetales exóticas invasivas o malezas exóticas invasivas y suelen ser objeto de medidas de erradicación coordinadas a nivel regional o nacional. Algunos ejemplos son: el jacinto de agua (Eichhornia crassipes) y la arroyuela (Lythrum salicaria) en los humedales; el cardo de Canadá (Cirsium arvense), el cardo (Carduus nutans),
la Centaurea maculosa (Centaurea maculosa) y el hipérico (Hypericum perforatum) en los pastizales; y el olivo de otoño (Elaegnus umbellata) y el árbol del cielo (Ailanthus altissimus) en los bosques caducifolios del este. El control biológico clásico, que se basa en la incorporación de insectos herbívoros o patógenos microbianos que son enemigos naturales de estas malezas en sus tierras de origen, se ha utilizado para combatir algunas malezas exóticas invasivas y ha tenido buenos resultados.

La llegada de una nueva maleza exótica invasiva a una granja orgánica es un caso que puede justificar los esfuerzos de erradicación. La detección temprana, sumada a una mirada ecológica de la maleza, es vital para la eliminación exitosa de la especie invasora.

Lo que hace que las malezas se desarrollen

La mayoría de las malezas son especies de plantas preexistentes que desarrollaron varios atributos que les permiten adaptarse para sobrevivir y reproducirse con éxito en hábitats que han sufrido alteraciones recientes. Cada alteración presenta ciertas dificultades (temperaturas extremas, subsuelo expuesto, poca retención de humedad o, en el caso de la agricultura, la posibilidad de alteraciones frecuentes en el hábitat) y oportunidades (eliminación de la vegetación que compite o umbrófila, liberación de nutrientes vegetales solubles). Las malezas son plantas con mecanismos evolucionados para afrontar las dificultades y aprovechar las oportunidades de las alteraciones (Mohler, 2001a), incluyendo:

  • Germinación rápida de las semillas en respuesta a la luz u otros estímulos que indican una alteración reciente del suelo y la ausencia de vegetación que compite (suelo desnudo).
  • Crecimiento rápido y formación de semillas maduras, propágulos vegetativos o ambos.
  • Capacidad de absorber y utilizar grandes cantidades de nutrientes solubles.
  • Producción prolífica de semillas (hasta cientos de miles por planta) que garantiza la supervivencia de alguna progenie.
  • Características de las semillas que favorecen una amplia dispersión, como tamaño pequeño, la capacidad de atravesar sin problemas el aparato digestivo de los animales, rebabas que se adhieren al pelaje o a la ropa y estructuras plumosas para la dispersión por el viento.
  • Mecanismos de reposo y longevidad de las semillas en el suelo que les permiten “esperar” a que haya condiciones favorables para el crecimiento antes de germinar.
  • Capacidad de rebrotar o reproducirse a partir de pequeños fragmentos de raíz, rizoma (tallo subterráneo), tubérculo u otras estructuras subterráneas.
  • Alta tolerancia a las adversidades como niveles bajos o excesivos de ciertos nutrientes en el suelo; sequía, anegamiento o temperaturas extremas; o pastoreo, siega o labranza reiterados.

Las especies de plantas exóticas que tienen varias de estas características de adaptación, especialmente las “plantas perennes errantes” capaces de hacer una rápida propagación vegetativa, suelen ser las malezas agrícolas más graves de una región.

Pocas especies de plantas tienen todos los rasgos de arriba, y la mayoría de las malezas presentan combinaciones de varios rasgos que las equipan para sobrevivir en ciertos tipos de hábitats alterados. Las “malezas de cultivos”, como el cenizo, el amaranto, la cola de zorro y la digitaria, han desarrollado estrategias para competir con los cultivos anuales (crecimiento rápido, fuerte respuesta a los nutrientes solubles) y mantener sus poblaciones pese a las reiteradas alteraciones (maduración rápida, proliferación de semillas). Las floras de malezas que se desarrollan con frecuencia en campos labrados difieren de las que se desarrollan en prados o pastizales, mientras que un sistema de cultivo en hileras sin labranza provoca otra flora de malezas. Además, el uso a largo plazo de ciertos herbicidas, como la atrazina (que no es una opción válida para los agricultores orgánicos), ha provocado otra respuesta evolutiva de la comunidad de malezas:
la resistencia a los herbicidas.
Los sistemas de cultivo orgánico de vegetales suelen implicar una labranza rotatoria frecuente y un cultivo poco profundo, y ciertas malezas anuales tienden a multiplicarse incluso cuando se hace una rotación diversa. La mayoría de estas “malezas de cultivo” son productoras prolíficas de semillas muy pequeñas (de 0.1 a 2 mg; para comparar, una semilla de lechuga es de aproximadamente 1 mg) que germinan cerca de la superficie del suelo. Estas semillas suelen germinar en respuesta a la luz, incluso a un breve destello, que sirve como señal de que se labró o se alteró de otro modo el suelo y que se eliminó la vegetación con la cual compite. Las semillas de muchas especies de malezas también responden a grandes cambios de temperatura o humedad del suelo (que indican la proximidad a una superficie expuesta del suelo), a un aumento repentino de la aireación del suelo (una señal de alteración del suelo) o a niveles elevados de nitrato-N u otros nutrientes solubles para las plantas (que pueden ser el resultado de la rápida mineralización que suele seguir a la labranza). Todas estas respuestas ayudan a explicar por qué la labranza suele provocar un brote de crecimiento de malezas.

Un hecho interesante y útil de la ecología de las malezas es la importancia del color o la calidad de la luz para muchas semillas pequeñas de malezas. Mientras que la luz directa del sol (o incluso la luz directa de la luna) estimula la germinación, la luz verde bajo una densa cubierta vegetal (señal de que el suelo ya está ocupado por otra vegetación) a menudo puede inhibir la germinación e inducir la dormancia (Egley, 1986). Una cubierta vegetal cerrada puede impedir la germinación de las semillas de malezas y retardar el crecimiento de las que broten.

Los agricultores que aran periódicamente sus campos con vertedera pueden encontrar una flora de malezas diferente a la de aquellos que confían principalmente en el motocultor (Mohler, 2001b). Entre ellas, están las malezas anuales de semilla grande, como la hoja de terciopelo (Abutilon theophrasti) y la bardana común (Xanthium strumarium), cuyas semillas pueden brotar a un par de centímetros de profundidad y sobrevivir en estado de dormancia muchos años cuando se entierran a más profundidad. Los sistemas de cultivo con labranza reducida y sin labranza pueden provocar un aumento de las malezas que pueden brotar de las semillas que están en la superficie del suelo y de las malezas perennes, como la juncia real y la grama común, que se desarrollan a partir de rizomas y tubérculos que pasan el invierno. Las plántulas de hierba y los brotes robustos de propágulos vegetativos pueden brotar a través de los residuos superficiales de los campos no labrados con más facilidad que las plántulas de hoja ancha recién germinadas.

El sobrepastoreo de los prados impone un conjunto diferente de dificultades que provocan un conjunto distinto de malezas problemáticas: aquellas adaptadas a ocupar el suelo desnudo o casi desnudo donde se ha eliminado la vegetación y que ha sido compactado por el ganado, pero que no se ha removido ni aireado por la labranza.

Muchas malezas tienen un amplio rango de tolerancia a las condiciones del suelo, incluyendo los niveles de nutrientes, las texturas y el pH, o una considerable tolerancia a la sequía, las temperaturas extremas, el anegamiento o a las alteraciones reiteradas. Estas malezas tienden a ser problemáticas para los agricultores en zonas geográficas muy amplias, a veces en todo el mundo. Otras están adaptadas a dificultades específicas, como la acidez extrema del suelo o los excesos tóxicos de oligoelementos característicos de los desechos mineros (estas plantas preexistentes pueden hacer más bien que mal), o a inundaciones frecuentes, como la hierba de corral (Echinocloa crusgalli), que es una importante maleza de los arrozales.

Saber qué condiciones tienden a favorecer a una especie de maleza en particular, y cómo funciona esa maleza en relación con la comunidad de plantas y el ecosistema, puede ayudar al productor orgánico a identificar y cambiar las prácticas de control que pueden estar dando a esa maleza una ventaja sobre los cultivos. Por ejemplo, algunas malezas, como el cenizo y la hoja de terciopelo, responden de forma espectacular a los aumentos de los niveles de nutrientes solubles del suelo (especialmente de nitrógeno, potasio o calcio), y sus tasas de crecimiento siguen aumentando con concentraciones de nutrientes que superan el “punto de saturación” en el que se estabilizan las tasas de crecimiento del maíz y otros cultivos que se abonan mucho. Además, las malezas de semillas pequeñas necesitan los nutrientes disponibles y responden a ellos inmediatamente después de brotar, mientras que los cultivos de siembra mayor, como el maíz, los utilizan algo más tarde. Por lo tanto, el exceso de fertilización, o la fertilización demasiado temprana en la temporada, puede dar a las malezas una ventaja sobre el cultivo (Mohler, presentación de diapositivas, sin fecha).

Una parte de comprender la ecología de las malezas es saber cuáles son los puntos débiles de determinadas especies de malezas, que pueden volverse oportunidades para un control más eficaz. Dado que las especies de plantas preexistentes están adaptadas para crecer en nichos vacíos, muchas de ellas no toleran la competencia al principio de su ciclo de vida. Por lo tanto, un cultivo vigoroso que cierra rápidamente su capa superior de hojas o dosel puede dejar fuera a muchas malezas que estén brotando. Las semillas de Galinsoga (Galinsoga spp.) son relativamente efímeras y solo germinan en la superficie del suelo o cerca de ella. Enterrar semillas de galinsoga a unos centímetros de profundidad a lo largo de un año elimina la mayoría de ellas. Asimismo, las semillas de la hoja de terciopelo pueden mantenerse latentes por años en el subsuelo y revivir cuando se acercan a la superficie. Las semillas de la hoja de terciopelo que quedan en la superficie del suelo después de la dispersión son propensas a la descomposición y al consumo de depredadores de semillas de malezas, por lo que son menos longevas que las semillas de hoja de terciopelo enterradas.

Interacciones entre malezas y cultivos: competencia y alelopatía

Las malezas suelen retrasar el crecimiento de los cultivos compitiendo directamente por los recursos, incluyendo la luz, el espacio, la humedad del suelo o los nutrientes. La competencia entre las malezas y los cultivos puede compararse con una competencia de carrera, cuyo resultado puede variar desde un impacto básicamente nulo en el rendimiento del cultivo (el crecimiento de las malezas es menor comparado con el del cultivo) hasta la pérdida total del cultivo (las malezas superan al cultivo). Los factores que determinan el equilibrio competitivo incluyen la densidad de las malezas (número de malezas por unidad de superficie), la densidad y el patrón de plantación de los cultivos, las tasas de crecimiento y las alturas maduras de las malezas y los cultivos, y los tiempos de brote de las malezas y los cultivos (Liebman y Gallandt, 1997; Mohler, 2001a; Mohler 2001b).

Las plántulas de malezas anuales de semilla pequeña, como el amaranto y la galinsoga, tienen una velocidad de crecimiento relativo (la rapidez con la que duplican su peso o su superficie foliar) más alta que la mayoría de las plántulas de cultivos. Sin embargo, dado que estas plántulas de malezas son tan pequeñas cuando brotan, su velocidad de crecimiento absoluto (aumento de peso o de superficie foliar por planta y día) inicial es de 10 a 100 veces más lento que el de las plántulas de la mayoría de los cultivos (Mohler, presentación de diapositivas, sin fecha). Por lo tanto, los vegetales de rápido crecimiento, como la calabaza de invierno, la patata irlandesa y el boniato, que forman rápidamente una capa de hojas superiores o dosel cerrado, pueden superar a muchas plántulas de malezas acaparando la mayor parte de la luz disponible. Los vegetales de crecimiento más lento, como las cebollas, y especialmente los cultivos de siembra directa de semillas pequeñas, como las zanahorias y el nabo, son muy susceptibles a la competencia de las malezas. Muchos cultivos de semilla pequeña, como las brásicas, la lechuga, el tomate y el pimiento, se inician en el invernadero y se trasplantan en el campo como “brotes” o retoños vigorosos, lo que les da una ventaja considerable sobre las malezas.

Las malezas que brotan antes que el cultivo son las que más afectan a las cosechas, por lo que un “semillero limpio” es fundamental para plantar la mayoría de los vegetales. Las malezas que brotan con el cultivo o poco después pueden reducir el rendimiento de forma considerable si no se controlan mediante el cultivo u otros medios. Esta competencia no empieza inmediatamente después del brote, sino en algún momento más tarde (llamado “período de máxima infestación de maleza”). Si el brote inicial de maleza se elimina mediante el cultivo antes de que finalice este período, no afecta a la producción del cultivo. Suelen brotar otras malezas después del cultivo, que pueden seguir afectando al cultivo mediante la competencia, a menos que se eliminen. Sin embargo, cuanto más tarde broten las malezas en relación con el cultivo, menor será su impacto. En algún momento (llamado “período mínimo sin malezas”), las nuevas hierbas que broten ya no reducirán tanto el rendimiento del cultivo actual (Imagen 7). Para la mayoría de los cultivos de vegetales, este período mínimo sin malezas es el primer tercio o la mitad del ciclo de crecimiento del cultivo, aproximadamente cuatro a seis semanas para los vegetales vigorosos de verano, como la calabaza, el pepino, las judías rojas y el tomate trasplantado.


Imagen 7. Las malezas que brotan al mismo tiempo que el cultivo deben eliminarse antes de que finalice el período 1 (período de máxima infestación de malezas) para evitar que reduzcan el rendimiento del cultivo. El cultivo debe permanecer limpio a lo largo de todo el período 2 (el período crítico para la competencia entre las malezas y los cultivos). Las malezas que brotan más tarde (período 3) tienen poco efecto sobre el rendimiento del cultivo. En la práctica, muchos productores de vegetales tratan de mantener los cultivos libres de malezas en los períodos 1 y 2, el período mínimo sin malezas, a veces llamado “período crítico sin malezas. Créditos de la imagen: Ed Zaborski, University of Illinois (adaptado de Altieri, 1995).

La interacción entre los cultivos y las malezas no es tan sencilla por varios motivos. En primer lugar, la flora de malezas en la mayoría de los campos se compone de varias o muchas especies de malezas que compiten en diferentes grados y de distintas maneras con el cultivo. Por ejemplo, las malezas altas y de rápido crecimiento, como la hoja de terciopelo y la bardana común, suelen competir más por la luz que las especies de crecimiento lento, como la verdolaga común (Portulaca oleracea) y la stellaria media (Stellaria media). La grama común (Cynodon dactylon) y la juncia real (Cyperus spp.), aunque también son de crecimiento lento, pueden competir por el agua y los nutrientes mediante sus extensos sistemas de raíces/rizomas.

En segundo lugar, las malezas también afectan a los cultivos de otras maneras (Imagen 8), como la liberación de sustancias tóxicas para el cultivo, un fenómeno llamado alelopatía. Las interacciones alelopáticas pueden ser bastante específicas para cada especie y pueden ir en ambas direcciones (Putnam y Tang, 1986; Rice, 1995). Se sabe que algunas malezas, como la juncia real, la digitaria, el cardo de Canadá y la centaurea maculosa, liberan sustancias aleloquímicas tóxicas para muchos cultivos. Asimismo, algunas plantas cultivadas, especialmente los cultivos de cobertura, como el centeno de invierno, las mostazas (Brassica spp.), el rábano forrajero (Raphanus sativus) y el sorgo-sudangrass (Sorghum bicolor X sudanense), pueden suprimir muchas malezas mediante la alelopatía (Haramoto y Gallandt, 2004; Putnam y DeFrank, 1983; Rice, 1995). La mayoría de los aleloquímicos activos (que pueden considerarse herbicidas naturales) son más tóxicos para las semillas y plántulas recién germinadas. Las plantas más grandes y los brotes que surgen de los rizomas, tubérculos, bulbos u otras estructuras subterráneas de almacenamiento y reproducción de las malezas perennes son mucho menos susceptibles.

En tercer lugar, las malezas y los cultivos interactúan de manera indirecta mediante sus efectos en las comunidades microbianas del suelo. Una especie de planta puede albergar determinadas bacterias y hongos del suelo que favorecen u obstaculizan a otras plantas en distintos grados.
Por ejemplo, la mayoría de los cultivos y algunas malezas forman asociaciones simbióticas con hongos micorrícicos que benefician en gran medida a la planta, ya que mejoran la absorción de nutrientes y humedad y la protegen de enfermedades transmitidas por el suelo. Ciertas familias de plantas, incluyendo la brassica (mostaza-col), el amaranto, el alforfón, el quenopodio (espinaca, remolacha, cenizo), la verdolaga y la juncia, no se benefician de la micorriza (simbiosis “hongo-raíz”), sino que se ven algo debilitadas por la infección fúngica (Francis y Read, 1995; Vatovec et al., 2005). Por lo tanto, un suelo rico en hongos micorrícicos puede dar a los cultivos de cereales, leguminosas, aliáceas y solanáceas (todos ellos “huéspedes fuertes” que se benefician de las micorrizas) una ventaja competitiva frente a las malezas “no huéspedes”, como el cenizo,
el amaranto, la persicaria (Polygonum spp., familia del trigo sarraceno) y la juncia real.

Una de las “innovaciones” de la investigación sobre el control orgánico de malezas es aprender más sobre las interacciones específicas entre las malezas, los cultivos, el suelo y los microbios, incluyendo, entre otras, estas relaciones micorrizas, y su importancia práctica en las condiciones de campo (Yandoc et al., 2004). Esta información puede generar un manejo más preciso del suelo y estrategias de rotación para dar a los cultivos una ventaja sobre determinadas especies de malezas.

Figure 8

Imagen 8. Las plantas emanan una serie de sustancias naturales que pueden inhibir o estimular directamente el crecimiento de otras plantas (alelopatía) o influir en los microorganismos de su propia zona radicular (rizósfera), del suelo en general o de las rizósferas de otras plantas.
Del mismo modo, los microorganismos del suelo y de la zona radicular emanan sustancias que pueden favorecer o dificultar la absorción de nutrientes y el crecimiento de las plantas. En consecuencia, los cultivos, las malezas y la vida del suelo se conectan mediante una red de comunicaciones químicas y microbiológicas que pueden ser bastante específicas para cada especie. Utilizar estas interacciones químicas y microbiológicas para diseñar rotaciones de cultivos que supriman las malezas es una frontera fascinante y potencialmente fructífera en la investigación de la agricultura orgánica. Créditos de la imagen: Mark Schonbeck, Asociación de Agricultura Biológica de Virginia.

Reflexiones sobre la “Guerra contra las malezas”

El hecho de que las malezas representen un costo mayor para los agricultores que cualquier otra categoría de plagas importantes generó, lógicamente, una “mentalidad de guerra” contra las malezas. Dado que la producción anual de cultivos da lugar casi de manera inevitable a una “respuesta de las malezas” en todos los suelos, excepto en los más “muertos”, una mentalidad de guerra contra las malezas condena al productor orgánico a una “guerra sin fin” en sus campos. Aunque la vigilancia adecuada es fundamental para evitar que las malezas afecten a la producción de los cultivos, el control orgánico de las malezas puede plantearse como una “danza con la naturaleza” en la que el agricultor trabaja con procesos naturales para desarrollar mejores estrategias para cumplir las funciones ecológicas de la vegetación preexistente. Algunos ejemplos de este tipo de estrategias pueden ser los cultivos de cobertura, los cultivos intercalados e incluso el barbecho de maleza controlado para permitir que las malezas cubran el suelo y agreguen materia orgánica, pero que no depositen semillas.

Declarar una guerra absoluta a las malezas, ya sea con productos químicos o con acero, puede dar lugar a campos limpios y buenas cosechas… por un tiempo. También puede hacer que se usen herbicidas de manera excesiva y que haya una resistencia a ellos en las granjas convencionales, y que se cultive en exceso y se degrade el suelo en las granjas orgánicas y en las convencionales. Además, el agroecólogo Miguel Altieri (1993) señala que la eliminación de todas las malezas del ecosistema de una granja puede destruir el valioso hábitat de los enemigos naturales de las plagas de insectos y, por lo tanto, aumentar los costos de su control.

La eliminación de las malezas incluso podría contribuir a la desnutrición del ser humano. En los países en vías de desarrollo, la sustitución de policultivos tradicionales que permiten el crecimiento de algunas plantas voluntarias por monocultivos a gran escala y un control de las malezas cercano al 100% ha debilitado la seguridad alimentaria en las comunidades rurales (Altieri, 1993; Altieri, 1995). Además de reducir la producción local de alimentos en general, estos sistemas de cultivo industrial eliminan de los campos de los agricultores hierbas nutritivas y apetecibles, como el cenizo, el amaranto y la verdolaga común, lo que puede privar a las comunidades de bajos ingresos de una importante fuente de vitaminas y minerales. Por ejemplo, los indios tarahumaras de la sierra mexicana dependen de las malezas comestibles para alimentarse antes de que maduren sus cultivos tradicionales y, sobre todo, si se pierden las cosechas; este es un claro ejemplo de un sistema alimentario mejor impulsado por el control tradicional de las malezas que por el control industrial moderno.

Los agricultores tradicionales de las tierras bajas del trópico de Tabasco (México) clasifican las malezas en “buenas” y “malas” basándose en siglos de observación de sus efectos en los ecosistemas de los jardines y las granjas, incluyendo la intensidad de competencia contra los cultivos, los efectos en el suelo, el alojamiento de insectos beneficiosos o plagas y su posible uso como alimento o medicina. Los agricultores de esta y muchas otras partes de México han desarrollado sistemas de control que permiten que poblaciones moderadas de las especies de malezas más deseables crezcan con sus cultivos y eliminan las especies más dañinas (Altieri, 1995).

Las plantas exóticas invasivas que amenazan los ecosistemas naturales y agrícolas en una región amplia presentan un caso especial en el que la mentalidad de guerra puede ser conveniente. Aun así, se pueden utilizar de manera eficaz “armas” no tóxicas, como los controles biológicos clásicos, importados del lugar de origen de la maleza y el pastoreo de ovejas y cabras que consumen algunas malezas invasivas que el ganado no toca.

¿Cuándo es que se vuelven un problema las malezas?

Como se mencionó arriba, las malezas son una parte normal de la mayoría de los agroecosistemas y siempre aparecen en una granja o jardín orgánico saludable donde haya cultivos anuales. Si se encuentra un campo sin malezas, es muy probable que se esté ante un suelo muerto o un suelo fumigado con químicos, en el que la horticultura orgánica sería muy difícil hasta que se recuperara la vida del suelo. Sin embargo, los problemas de malezas en la producción orgánica no son inevitables. Los problemas de malezas generan costos cuando se dan tres condiciones a la vez (Imagen 9):

  • Un gran banco de semillas de malezas (incluyendo las semillas y los propágulos vegetativos) en el suelo
  • Un cultivo susceptible
  • Un ambiente favorable para el crecimiento de malezas

Image9
 

Imagen 9. Los problemas de malezas se producen cuando una población suficiente de semillas de malezas encuentra un ambiente favorable para su crecimiento en presencia de un cultivo que es susceptible a los efectos de la competencia de las malezas. Este “triángulo de malezas” es análogo al triángulo de enfermedades de los cultivos, que consiste en un inóculo patógeno suficiente, un ambiente favorable para el crecimiento del organismo y un cultivo susceptible a la enfermedad. Créditos de la imagen: Ed Zaborski, University of Illinois (adaptado de Schonbeck and McCann, 2007).

En la granja orgánica, los problemas de malezas se reducen mediante una combinación integrada de estrategias que:

  • Aumentan la competitividad de los cultivos y la tolerancia a la presión de las malezas.
  • Eliminan o reducen el crecimiento de malezas en las primeras etapas críticas del desarrollo del cultivo.
  • Reducen el banco de semillas de malezas en el suelo.

La gravedad de la competencia de las malezas contra los cultivos está relacionada con la densidad de la población de malezas (cantidad por unidad de superficie), el momento de brote de las malezas en relación con el del cultivo y la proporción de recursos (luz, agua, nutrientes) que consumen las malezas. Por lo tanto, el control ecológico de las malezas tiene como objetivo reducir la densidad de las malezas, retrasar su brote en relación con el del cultivo, limitar la producción y la dispersión de semillas de malezas y otros propágulos, y aprovechar al máximo los recursos disponibles para los cultivos (Liebman y Gallandt, 1997).

Las estrategias de control de malezas que se basan en una aproximación ecológica de las malezas agrícolas, especialmente de las principales especies de malezas presentes en la granja en cuestión, tienen más probabilidades de dar mejores resultados y de reducir la necesidad de utilizar herbicidas o el cultivo. Este enfoque ecológico es fundamental para lograr buenos resultados en la producción orgánica certificada de vegetales, en la que no se permite el uso de la mayoría de los herbicidas y se deben respetar medidas para proteger y mejorar la calidad del suelo.

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Published January 10, 2022

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